Debo confesarte, que no te lo conté
todo. No te especifiqué que antes de montarme en el avión, mi marido ya sabía a
lo que íbamos.
Ese
viaje no sería únicamente para conocer un país, unas tierras nuevas, unas
vacaciones idílicas. Si bien sabíamos perfectamente que avanzaríamos por
tierras movedizas, quisimos sumergirnos en ellas, aunque ello supusiera que nos
arrastraran hasta el fondo.
Quise
experimentar lo que en fantasías viví de forma imaginaria. Sabía a lo que me
exponía. Lo que me jugaba, pero me arrastraba de forma inevitable hacía lo
desconocido dejándome empujar como una marioneta, sin hilos, porque por una
vez, los hilos, los movía yo y los demás se movían a mi compás.
Nos
enviasteis miles de vuestras fotografías. Igual que hicimos nosotros.
Intercambiamos imágenes, palabras, sentimientos, correos, llamadas, Internet
nos lo puso más fácil... locuras movidas por nuestro fuego de una erupción que nos
elevaba, explotando una y otra vez dejando que su lava nos recorriera y quemara
intensamente en nuestras entrañas.
En nuestras fantasías invitamos a tu preciosa mujer que nos acompañaría en nuestros juegos maritales. Otras veces eras tú el que participaba, nuestro juguete sexual. Los cuatro ya por separado, con nuestras parejas vivimos intensamente una relación fantasiosa, una amistad diferente, especial y muy intensa.
En nuestras fantasías invitamos a tu preciosa mujer que nos acompañaría en nuestros juegos maritales. Otras veces eras tú el que participaba, nuestro juguete sexual. Los cuatro ya por separado, con nuestras parejas vivimos intensamente una relación fantasiosa, una amistad diferente, especial y muy intensa.
Habíamos
gozado tantas veces el amor con vosotros dos, que cuando por primera vez os
vimos en persona, nos parecía que habíamos recorrido cada milímetro de vuestra
apetecible piel.
Parecías
más joven cuando por fin, nos miramos de cerca. Tus ojos, océanos profundos
donde bucear, y si no dejabas de mirarme de esa manera, me quedaría sin oxígeno
inevitablemente en breves instantes. Así que cerraría mis ojos para que tu
magia no me hiciera añicos antes de tiempo y bebería de tus labios como si de
un oasis se tratara.
El
sonido de unos cristales rotos en aquel antro (como tú lo llamabas) me hizo
volver a la realidad. ¿Te acuerdas?
Decidiendo
con la mirada seguir con el plan del encontronazo fortuito, aparentemente. Debo
confesarte que tantas veces después revivimos aquellos instantes, que el tiempo
y la memoria que se vuelve caprichosa, a veces, puede que los haya cambiado un
poco.
Observaba
mientras hablabas, cuando nos presentabas a tu bella mujer, los ojos de deseo
de Mario. Me entraron unos celos que hacían que mi estómago se enfadara y
quisiera partirme en dos. Debía de apartarlos de mi mente. Ya habría tiempo
después de dejarlos pasar, pero ahora no quería que se apoderaran de mí. Fuera
celos, dentro pasión.
No
he podido olvidarla. Supongo que él tampoco. La suavidad de su largo pelo, su
olor, las cosquillas que me hacían en mi vientre cuando con su lengua hizo que
dejara de ser virgen para ella, para ellas.
Ya
no soy la misma. Ese encuentro lo cambiaba todo. Ahora tiemblo cada vez que
pienso que pronto vendréis. Ahora os toca a vosotros. La cuenta atrás ha
empezado. Siento su tic tac. O… ¿Acaso es el mío?
Os
estamos esperando ansiosos. ¿Vendrás? ¿Vendréis?
©Alas de Anaïs